La semana pasada, ocho intendentes de la Primera Sección Electoral habrían intentado sin éxito reunirse con Daniel Scioli para plantear sus preocupaciones acerca del panorama electoral para el 2013. Pero uno de los gestores del frustrado encuentro definió que en realidad los intendentes tenían la intención de darle al gobernador un ultimátum. El grupo estaba integrado, entre otros, por Luis Acuña (Hurlingham), Joaquín de la Torre (San Miguel), Gabriel Katopodis (San Martín) y Luis Andreotti (San Fernando), estos dos últimos del equipo de Sergio Massa. El enojo con el gobernador se debería al reciente acuerdo de éste con CFK, que puso fin -al menos por ahora- a una escalada de tensiones entre La Plata y la Casa Rosada, que llegaron a su punto límite cuando el gobierno nacional negó su asistencia para pagar los aguinaldos provinciales. Las condiciones de la actual pax cristinista parecen ser obvias: el kirchnerismo redujo significativamente su presión para desgastar a Scioli y es llamativa, por ejemplo, la moderación mostrada por Gabriel Mariotto en las últimas semanas. A cambio, el ex motonauta abandonó sus permanentes insinuaciones de romper con el cristinismo y plantarse como candidato presidencial. Así es que adhirió recientemente al proyecto reeleccionista y desmanteló a la Juan Domingo, ideada para contrarrestar a La Cámpora. Pero este pacto es una mala noticia para la inmensa mayoría de los intendentes bonaerenses del PJ, ya que es previsible que Scioli no oponga el año que viene ninguna resistencia a las decisiones ya tomadas en Olivos. La expectativa de la dirigencia del PJ era que el gobernador forzara una negociación por las listas para limitar las pretensiones cristinistas. Pero si éste termina practicando la obediencia debida, la lista para diputados nacionales la redactaría personalmente Cristina, que también está dispuesta a tener la ultima palabra para las candidaturas provinciales y hasta municipales. En estas dos últimas categorías, La Cámpora se propone un copamiento masivo de candidaturas para controlar así por completo no sólo la legislatura provincial sino también los principales concejos deliberantes del conurbano. Para los intendentes, semejante avance sería simplemente la antesala de su desalojo masivo en el 2015. Entonces, junto con la consagración de un tercer mandato de CFK, la ola cristinista podría llegar a reemplazar a buena parte de los caciques municipales que se vienen sucediendo a sí mismos, en algunos casos desde 1983. Este recambio le permitiría a la presidente controlar al PJ bonaerense a través de sus alfiles y sin necesidad de la intermediación de Scioli, Massa o los intendentes históricos. De más está decir que, con efecto dominó, el viejo aparato bonaerense caería bajo el dominio de los jóvenes camporistas.
Cada vez más tensos, los intendentes estarían buscando algo realmente difícil: que Scioli defina su postura para el armado de las listas el año que viene, aunque en realidad ya está hablando con sus hechos. El nerviosismo se extiende también a la Tercera Sección Electoral y se conocen reuniones en las que Martín Insaurralde (Lomas de Zamora) y Darío Díaz Pérez (Lanús), dos kirchneristas probados, habrían planteado sus temores por el avance sobre las listas de Mariotto, José Ottavis, Cristina Fioramonti, Fernando “Chino” Navarro y Carlos Kunkel.
Una solución complicada
En este clima de creciente alarma, algunos intendentes empiezan a hacer planes para sobrevivir a la marea K. La fórmula a utilizar sería la misma que el 28 de junio del 2009 le costó la derrota a Néstor Kirchner cuando encabezó la lista para diputados nacionales que enfrentó a la de Francisco De Narváez. La noche del escrutinio, Kirchner estalló en un ataque de furia al comprobar que en muchos municipios los intendentes habían jugado doble, ya que sus listas de concejales tenían más votos que la suya de diputados. Es que se habían producido cortes de boleta, combinándose el voto para cargos nacionales para Unión PRO con la boleta de los intendentes para concejales. Y después se supo que ciertos caudillos del PJ hasta habían colocado algunos de sus candidatos en las listas de UNION PRO, para asegurarse de sumar más bancas, produciendo entonces la división de sus votos. Ahora, la creíble amenaza cristinista de que las listas del Frente para la Victoria se redactarán en Olivos podría llevar entonces a que otra vez haya acuerdos bajo la mesa entre los caciques municipales y de Narváez y el PRO. En los concejos deliberantes es donde esta batalla será más dura porque hay una ley que se cumple casi sin excepciones: cuando un intendente pierde la mayoría de los concejales, lo más probable es que quede al borde de la destitución. Si los ultracristinistas desembarcan en los consejos deliberantes, los intendentes podrían terminar así quedando prisioneros de un esquema diseñado para desplazarlos. De Narváez le habría propuesto varios meses atrás a Scioli el armado de listas que incluyeran a los sciolistas antikirchneristas, empezando por Pepe Scioli. Pero el gobernador, agobiado por los ataques sufridos, habría abandonado en el último mes sus planes disidentes, lo que ahora favorece los planes para que aparezcan las listas paralelas.
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