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sábado, 26 de noviembre de 2011
Político y periodista: fábula inédita…
Invitados de los mismos anfitriones, sea juntos o por separado...
Las relaciones entre ambos son complejas y ambiguas. Ambos pretenden servir a la ciudadanía cada uno a su manera y desde su propia óptica. Usan en sus escritos y discursos poco más o menos el mismo léxico y si son corteses, eufemismos. Frecuentan simultáneamente los mismos lugares: ceremonias ...oficiales, manifestaciones públicas, estudios de radio y de televisión –y los que son alfabetos, unos lo son más y otros no tanto– leerán los mismos periódicos y quizá los mismos libros de reciente publicación. Tanto políticos como periodistas son invitados por los mismos anfitriones –embajadas, países amigos, ciudadanos notables etcétera–, sea juntos o por separado, según la circunstancia política del momento.
Aunque se juzguen entre sí sin indulgencia “pareciera”, que su actividad complementaria debiera más bien unirlos. Y sin embargo, no es así , ya que todo los diferencia y mucho los opone.
El hombre político ve al periodista con una mezcla de desconfianza y de rechazo, quizá de menosprecio, aunque intentará usarlo para sus propósitos electorales y de popularidad. Le preocupa sus eventuales comentarios y conclusiones después de una entrevista, de una conferencia de prensa o de un acto oficial. Se pregunta de dónde saca este personaje el poder de juzgarlo, de criticarlo y a veces de destruirlo, usando y con frecuencia abusando de dicho poder. Piensa que el periodista no ha sido electo por nadie, nadie lo ha habilitado para el rol que juega y el poder que se atribuye, el cual usa con frecuencia con sorna, con ignorancia de los hechos, y con agresividad.
Para resumir, el político considera al periodista un ser fastidioso, irresponsable y peligroso.
El periodista por su parte le devuelve “la cortesía” al político al considerarlo demasiado susceptible, con frecuencia mediocre, egocéntrico, altanero, poco formal y en ocasiones perfectamente deshonesto. Pero también le tiene cierta pelusa por los privilegios y granjerías inherentes al cargo público que ocupa y de los cuales con frecuencia abusa. Y, finalmente se pregunta cómo es posible que el electorado haya sido tan ciego al haber elegido a una persona que no responde ni a sus ofrecimientos ni a las expectativas creadas.
Felizmente existen contadas y “excepcionales” relaciones entre políticos y periodistas cuando la estima y la confianza son recíprocas y en que se une la simpatía de uno con la admiración del otro. Sin embargo, si ambos son sinceros, sabrán que tarde o temprano el periodista deberá criticar algún hecho de gobierno o juzgar severamente alguna actuación de su amigo el político.
Y es por ello que nunca le convendrá ni a uno ni al otro ser tan amigos entre sí, con el fin de no herir susceptibilidades y crear situaciones engorrosas que perjudiquen sus actividades individuales al impedir la independencia de acción del uno y la libertad de crítica del otro.
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