En todos los casos, quejas por las políticas comerciales argentinas, respondidas por los funcionarios. Y una curiosidad que recordó un excanciller chileno en la embajada de Vicuña Mackenna. Hubo también un quincho sindical (cumpleaños) que se convirtió en foro artístico-opositor. Allí se habló de la sucesión en la CGT y de una reunión ultrasecreta en esa dirección. Pero la semana estuvo teñida de verde por la fiesta del santo patrono de un país al que la diplomacia parece haber descuidado (tiene larga tradición de independencia respecto de Gran Bretaña) en esta época malvinizada. Veamos.
Héctor Timerman el sábado en Asunción del Paraguay junto al canciller de Hugo Chávez, Nicolás Maduro, y el de Surinam, Wiston Lackin, en la cumbre de Unasur, en donde el canciller debió pelear en defensa de Guillermo Moreno. En el quincho sindical más importante del año, Luis Barrionuevo, en casa prestada por Armando Cavalieri, festejó los 70 años. Palmas y risas con humoristas que orillaron la política. Se entiende: era un padrón de 600 invitados, todos opositores.
Termina comprobando el Gobierno la verdad de aquel aserto de Juan Perón cuando decía que toda política es política internacional. El fin de semana aportó pruebas a esa afirmación cuando los funcionarios que estuvieron en Chile (visita de la Presidente) y Paraguay (reunión bastante aburrida de cancilleres de la Unasur) debieron enfrentar, y desmentir, quejas contra Guillermo Moreno por freno a exportaciones de esos países que nadie les pudo probar. ¿Tiene los datos de exportación a la Argentina de 2010 a 2011?, le preguntó Héctor Timerman al canciller del Paraguay Jorge Lara en el almuerzo con exquisiteces de pescado que les sirvieron el sábado en el Sheraton de Asunción. No tengo nada. Timerman, que portaba armas, sacó un papel y le mostró un aumento del 30% en un año. ¿De qué se quejan?, repetía la delegación argentina. Lo que pasa, explicaron del otro lado, es que la oposición a Fernando Lugo elige a la Argentina como ariete para criticarlo; leen los diarios argentinos, ven que hay un sistema nuevo de observaciones a Importaciones, y creen ya ser víctimas.
Para cerrar el debate, Timerman le dijo al canciller paraguayo: «Yo soy nacionalista desde los 14 años y me sé de memoria los versos de Guido Spano sobre la guerra del Paraguay. Pero con estas cosas ustedes ayudan poco».
Esta inflación Moreno les salpicó también el viaje a los acompañantes de Cristina de Kirchner en la ida a Santiago del viernes, con una explicación del mismo tipo. Opositores a Sebastián Piñera agitan el rostro del secretario de Comercio como una fiera, cuando no hay hoy ningún producto chileno frenado en la frontera. Es que queremos reglas claras y la Argentina ha cambiado el sistema, era la respuesta en las reuniones previas a la cita casi a solas de Cristina con Piñera en el Palacio de La Moneda en la mañana del viernes. ¿Quiénes alimentan la cuestión? Contradictores de Piñera -es la tesis que le transmitieron a la Presidente- que usan lo que leen en los diarios de Buenos Aires para crearle problema a un presidente como el chileno que los tiene de más. Entre esos chilenos que quieren hacer política local con la internacional (es decir la de la Argentina en materia de importaciones) los hay que están en Buenos Aires y los miran desde los dos gobiernos como quienes alimentaron la información del fin de semana sobre disidencias en esas reuniones por el tema comercial. Juran de los dos lados que en esa cita Cristina-Piñera, a la que asistieron los respectivos cancilleres y embajadores, no se habló de trabas al comercio, ni de los vuelos a Malvinas de LAN ni de petroleras. Cuitas de un Gobierno que alardea del secreto y de ignorar a la prensa, pero por informar poco entra en pánico cuando lee los diarios, que siguen armando la agenda pública del Gobierno con éstos y otros temas.
Esa visita de Cristina a Chile proveyó el quincho más encumbrado de lo que va del año y dio para todo, de lo cual poco se ha contado pese a que pulularon periodistas, entornistas, curiosos, lobbistas y otras especies habituales en estos viajes. Observaron todos cómo en gesto inusual la Presidente interrumpió la charla que mantenía el jueves a la noche en el comedor de La Moneda, adonde servían un mero de aquellos, coronado con postre chilenísimo de higos con helado, para visitar mesas. La llamó el embajador Ginés González García para que fuese a saludar a dos mesas y ella, raro según su costumbre, se paró para caminar hasta la que presidía el exmandatario Ricardo Lagos -le tocó conversar con Nilda Garré y Carlos Zannini-, y la que animaba otro expresidente, Eduardo Frei -le tocó Alberto Sileoni y Cristián Zegers, director del diario El Mercurio-. ¿Dónde está Patricio Aylwin?, preguntó Cristina, sabiendo que tampoco estaba Michele Bachelet (vive ahora en Nueva York, adonde goza de un empleo-beca para ocuparse de temas de la mujer en la ONU). El primer presidente de la transición no había asistido por razones de salud, pero al enterarse de que habían preguntado por él, fue al día siguiente a la residencia del embajador argentino a saludar a Cristina, que estaba ocupada en reuniones con empresarios y políticos y tampoco pudo verla.
En ese merodeo hubo otros saludos, pero la Presidente, como otros invitados, eludió pasar por mesas ocupadas por chilenos conflictivos, como Hernán Felipe Errázuriz, excanciller de Augusto Pinochet, a quien tuvo que aguantarle la charla nada menos que Eduardo Valdés, exfuncionario porteño que hoy trabaja en el grupo América que tiene en proyecto la construcción de un túnel entre los dos países por Mendoza, que si se hace será una de las más grandes obras públicas del mundo. Valdés y los demás miembros del grupo, encabezados por Hugo Eurnekian, festejaban las palabras de Cristina en esa cena apoyando la iniciativa, en la que los chilenos deben aún una medida para que ese país avale los créditos para su construcción. Lo había hecho con tanto énfasis que dio a entender que si ese túnel no avanza, tampoco avanzaría el de Aguas Negras, una obra que paga casi en su totalidad la Argentina porque tiene el tramo más largo de su recorrido. Errázuriz, que escuchaba ese entusiasmo, plantó bandera crítica. Dijo que su país no tenía que abrir más vías hacia el Atlántico, que Chile es desde la cordillera al Pacífico y que ahí estaba su destino. Ante el silencio de los argentinos, que se sentían ganadores y no querían arruinar la partida, este Errázuriz agregó que Chile necesitaba u$s 2 mil millones para una reforma educativa y otros u$s 3 mil millones para conectar regiones del sur del país que están incomunicadas. El entusiasmo criollo por los galerazos de Piñera a la Argentina, en participar en su apoyo por Malvinas, no se empañó por esto, aunque sí se extrañaron por el protocolo de invitar a ministros de otros gobiernos, aunque fueran de facto, a estas cenas de Estado. Los chilenos conviven de otra manera, reflexionaban los argentinos que se distribuyeron en mesas que llevaban todas nombres de provincias argentinas y de regiones chilenas.
La curiosidad quinchesca de los protagonistas puso la mirada en otros movimientos en la delegación. Por ejemplo, la distancia que mantuvo el empresario Horst Paulmann, de Cencosud, que ha tenido algunos problemas judiciales, cuando participó de actividades de la visita. Tuvo oportunidad de acercarse a Timerman, a quien abordó con una peregrina pregunta. «¿Y, qué tal el peluche?». «Por favor», le respondió el canciller, «mi hija ya es una mujer grande». «¿Pero lo encontró al peluche o no?», insistió el chileno-alemán. «Claro que lo encontró», admitió Timerman. Se extrañaron de ese cruce casi masónico -por lo hermético- y les explicaron la trama, que se remonta a una crisis familiar de los Timerman cuando una hija de éste, cuando niña, perdió su peluche predilecto en una de las galerías de Unicenter. Tamaño problema movilizó a los cuerpos orgánicos y llevó a Paulmann, quien mandó a buscar el peluche hasta que lo encontraron -una versión dice que mandaría a fabricar uno nuevo, idéntico al que se había perdido- y se lo devolvieron a la niña. Paulmann se mantuvo a distancia para no generar noticias, tanto que fue un hermano de él (Günther) quien representó al grupo en la reunión del viernes a la tarde de los empresarios chilenos con Cristina en la residencia de la calle Vicuña MacKenna, en la que estuvieron, además, Juan Cueto (Lan), Juan Cúneo Solari (Falabella) y, entre otros, Juan Eduardo Errázuriz, del grupo Sigdo Koppers que tiene negocios en la Argentina. Faltaron a esa cita los empresarios mineros, que en Chile son leyenda, a quien se le pidió se abstuvieran de aparecer. Visitas anteriores de este rubro a la Presidente trajeron dolores de cabeza que era mejor evitar en este viaje que le permitió a la Presidente escuchar, a solas, de Piñera esta frase: «En todo lo que haga la Argentina sobre Malvinas, Chile los va a acompañar».
En esa tarde el viernes, antes de que Cristina emprendiese el regreso a Buenos Aires, la residencia de Ginés estaba poblada de visitantes, entre ellos Juan Gabriel Valdez, hoy «virrey» de la ONU en Haití, que fue canciller y quien encabeza el grupo de Amigos de Malvinas, junto al exembajador Eduardo Rodríguez Guarachi y el escritor Antonio Skármeta. Valdez recorrió la residencia como un viejo conocedor de la casa y en un momento se detuvo ante una escalera que baja de los altos de la casa al magnífico jardín: «Este es un lugar histórico», sancionó, y señaló un rellano. ¿Por qué?, se preguntaron los acompañantes, extrañados por tanta erudición. «Aquí fue en donde Carlos Menem la conoció a Cecilia Bolocco. Yo fui testigo», alardeó, Menem estaba en el jardín y cuando vio que Cecilia bajaba por la escalera, se adelantó a recibirla, subió unos escalones y la saludó. Ella, recordó, venía a hacerle un reportaje que les cambiaría la vida. Todo es historia, diría Félix Luna. Estas frivolidades se compensaron con algunas gravedades, como la noticia que dio Timerman de que hoy comenzarán a salir de su oficina las notificaciones a empresas petroleras que operan sin permiso en la zona de Malvinas con la advertencia de que pueden ser objeto de demandas en tribunales internacionales.
Llamó a silencio Daniel Scioli a sus funcionarios; ni respuesta al llamado del fútbol, esa diversión que distiende en la residencia de La Ñata. La necesidad de responder a un alarde de lo que llama su jefe de Gabinete, Alberto Pérez, «los machos del off the record». Diseñó el gobernador la respuesta a la leyenda de que habrá menos dinero para los intendentes porque la Nación les va a cortar los fondos. Esa rama, urdida quizás por intendentes que le quieren diputar poder a futuro a Scioli, motivó una auditoría de los recursos para los alcaldes que será motivo de una campaña que va a ocupar toda la semana que viene. Esa auditoría, que revisó ayer el gobernador en La Ñata, demuestra que desde 2007 los municipios de la provincia recibieron un 200% más de dinero, y que ese aumento se alimentó en un 30% de fondos creados para asistirlos que antes no existían.
Como esa trama intenta malquistar al gobernador con la Nación, en busca de poner cuñas en las relaciones ya ríspidas entre el sciolismo y el kirchnerismo, el estudio dice que ese aumento lo permitieron las reformas fiscales de la provincia, también el refinanciamiento de deudas por $ 6.000 millones, que alivia la tesorería en los próximos dos años, y la creación del llamado fondo sojero. Para apaciguar los nervios en los destinatarios de esta presunta falta de fondos, mandó el gobernador a recordarles a los «machos del off the record» que de los $ 11.000 millones que se destinan al plan de asistencia universal por hijo, a Buenos Aires le llegan $ 3.000 millones y que tienen destino directo a los municipios, lo mismo que otro monto similar que les va por el plan Argentina Trabaja. Que no se quejen, le mandó a decir.
El otro quincho encumbrado de la semana, que empardó a la cena en La Moneda, se registró en un predio sindical, el que tiene en Parque Norte el sindicato de Comercio, cuyo jefe, Armando Cavalieri, evitó en la noche del sábado. Luis Barrionuevo convocó a más de 600 invitados para celebrar sus 70 años, oportunidad que un sector de su familia debió morigerar por el fallecimiento hace diez días del hermano menor de su mujer, Graciela Camaño. Eso motivó que, por ejemplo, su cuñado Dante Camaño sobrevolase algunos minutos por las mesas saludando, para retirarse más temprano que nadie para honrar el luto familiar. Igual los amigos de Barrionuevo, que los tiene en todos lados, devoraron las vituallas que habían previsto estos gastronómicos que, si algo saben, es comer. El escenario fue de lo más rutilante, poblado de artistas de todos los géneros, desde Raúl Lavié hasta Horacio Ferrer, pasando por Dady Brieva, Miguel del Sel, Miguel Ángel Cerutti y, entre otros, Jorge Corona, celebrado por un chiste de los suyos, apenas una frase que encendió al lote opositor que poblaba las mesas. Dijo con aire compungido: «Es verdad, Néstor nos dejó el vacío... a 30 pesos».
Rieron y aplaudieron todos los hombres de la CGT Azul y Blanca, a quienes los invitados del padrón de los políticos -Ramón Puerta, Eduardo Amadeo, Momo Venegas, Julio César Aráoz, Miguel Ángel Toma, Cristian Ritondo, Julio Bárbaro- trataban de indagar sobre el dato de la semana: ¿se reunieron ya Hugo Moyano y Barrionuevo? Nadie quiso ponerle la firma a la respuesta: sí, se reunieron a mediados de semana, pero se han juramentado mantenerlo en secreto hasta que terminen de hablar con sus aliados y, recién después, mostrarse en público. ¿Hay continuidad de Moyano en la CGT? Nadie dice eso, pero sí que tiene los congresales necesarios para poner el sucesor. No hay nombre, pero sí un perfil, que en lenguaje sindical se expresa con crudeza: tiene que ser alguien que tenga el c... limpio y que sepa hablar bien. Una figura difícil de encontrar, no sólo entre los sindicalistas, sino para cualquier otra dignidad política en la Argentina de hoy. El interminable bandejeo y la actuación de los artistas amigos extendió la velada hasta la madrugada de ayer, con grupos que se reunían a cruzar datos entre gente muy variada, que iba del escritor Jorge Asís a las estrellas de antes como el «Beto» Alonso o Amadeo Carrizo, saludados por dirigentes de clubes como Daniel Angelisi, Julio Comparada y otros hombres del deporte. Del moyanismo nadie, como tampoco nadie del Gobierno, explicable por el ánimo opositor que tiene este sector del sindicalismo que buscar remontar la pelea con el Gobierno en las demoradas paritarias.
La presencia de Mario Barletta el jueves en el almuerzo inaugural por este año de la peña radical «Progreso» -una rutina que con la crisis de los partidos viene a ser hoy la principal institución de la UCR, equiparable sólo a los asados que hace el kirchnerista Juan Carlos Gullo en su quincho de la calle Cachimayo, en Caballito- tenía un solo llamador. Que hablase sobre si insistirá o no en desplazar al presidente de los auditores Leandro Despouy del cargo. Venían todos de la presentación en el Congreso de este funcionario opositor en el cual había reseñado las lindezas de la administración que había detectado a lo largo de los 10 años que estuvo en el cargo. Terminó ese acto pidiendo, literalmente, ser confirmado en el cargo. Barletta, desde que asumió la presidencia del comité nacional del partido, había puesto como primer objetivo el desplazamiento de Despouy con el argumento de que había que respetar la periodicidad en los cargos. Para un partido como la UCR, que desde hace más de una década no prueba el dulce de leche, tener un cargo como la presidencia de la Auditoría significa cargos, contratos, asesores y otros atributos que le sobran al oficialismo.
Sacarlo a Despouy sería sacudir el árbol para que cayeran algunas manzanas para los hambrientos que ven el poder con la ñata contra el vidrio. Frente a este impulso, los defensores de Despouy argumentaron que desplazar a un hombre que se significó por sobre el resto de la oposición con su tarea era un despropósito. Incluso sería pasto para el oficialismo, apurado muchas veces por los dichos y los hechos del auditor, que se haría una fiesta por esta salida de su contradictor. Cuando todo parecía arreglado para su salida ocurrió la tragedia de Once con 51 muertos, que dio nueva vida al funcionario. Desenterró dictámenes críticos de la política del Gobierno y de la actuación de los concesionarios que lo pusieron de nuevo en el centro del escenario. Con buenos amigos en el partido, en otros partidos y también en la prensa, Despouy dio una lección sobre cómo se defiende una posición en política.
Esto parece confirmarlo en el cargo y explica el silencio de Barletta en el almuerzo de «Progreso», en donde compartió la cabecera con el exdiputado José Bielicky, bastonero de la peña que ha superado los 20 años (y en esos almuerzos, se entiende, Bielicky tiene unos años más). A la hora de tomar el micrófono, desplegó los conocidos argumentos sobre la necesidad de que el partido recupere oxígeno como para ser alternativa de poder. Pero a la primera, saltó la pregunta sobre qué va a pasar con su adversario: secamente Barletta respondió que eso lo va a decidir el comité nacional en la reunión del próximo 21 de marzo. Y nada más.
No insistió en su desplazamiento y la barra de comensales, para quien Despouy es un ídolo, salió con la idea de que se terminaron los embates y de que habrá Leandro para rato. Entre otros, escucharon esto Lucio Lapeña, presidente de la Juventud Radical; Hernán Rossi, presidente del Instituto Moisés Lebensohn; Horacio Pernasetti, expresidente del Bloque de Diputados Nacional y actual auditor; Héctor Lombardo, exministro de Salud de Fernando de la Rúa; el diputado Alejandro Armendariz (h), Luis Miralles, exministro de Educación de Buenos Aires; el constitucionalista Félix Loñ, Carlos Lacerca, exsecretario de Industria de Alfonsín; Cristina Vesco, Nélida Barreiro, Oscar Muiño, Héctor Arson, Carlos Pogoriles, Samuel Gil Flu y José Brito Peret. Ese grupo lo saludó a Bielicky por los 23 años de la peña y le pidieron que cambiase el menú para la próxima: esa entrada de fiambres y tortilla española, pescado con salsa de limón y el helado de postre es muy simpático, pero se viene repitiendo desde hace mucho tiempo. Nadie se queja porque todo esto ocurre en el restorán Lalín, santuario del radicalismo porque en el pueblo de ese nombre se originó el apellido Alfonsín y Raúl lo prefería sobre los otros hasta que descubrió la Parrilla Del Plata, a la vuelta de su casa, en la calle Rodríguez Peña. Además, esta peña recaló allí después de funcionar algunos años en el Club del Progreso (de allí el nombre) y migraron porque se quejaban del menú y del precio que les cobraban. De paso, ahora que Bartolomé Tiscornia -que es con quien Bielicky tuvo aquel entuerto- dejó la presidencia de ese club ¿volverá la peña al comedor que le dio nombre? Es algo más importante que la continuidad de Despouy.
Como la celebración del Día de San Patricio (17 de marzo), Patrono de Irlanda, y del día nacional del país europeo, cayó en sábado, el embajador de Irlanda en la Argentina, James McIntyre, decidió adelantar el festejo. Los homenajes comenzaron el jueves, en la residencia Lo de Aberg Cobo, una mansión ubicada en el barrio de la Recoleta con majestuosos salones, decorados con el estilo original, que remiten a la belle époque argentina. Continuaron al mediodía del viernes, en el Club Americano, con multitudinaria asistencia, y culminaron el sábado con la tradicional peregrinación de la comunidad irlandesa a Luján. McIntyre es el diplomático más joven que Irlanda haya acreditado en el país. Nativo de Charlestown, en el condado de Mayo, relató que desde chico escuchó hablar de las proezas de otro Mayoman, el almirante Guillermo Brown, oriundo de Foxford, a pocas millas de su pueblo natal. La casona de los Aberg Cobo, familiares directos de Juan Aberg Cobo, el tenaz abogado defensor de Alfredo Astiz, reunió a una mayoría de miembros de la comunidad irlandesa residentes en la Argentina; se notaba por los parecidos fisonómicos la presencia de varias generaciones.
No hubo ni funcionarios ni legisladores, tampoco se vieron representantes de la Cancillería. Sólo una cara algo conocida, el director de Derechos Humanos del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, Claudio Avruj. Quizá un grueso error de la clase política criolla: Irlanda ha demostrado a lo largo de su historia un marcado fervor autónomo del Reino Unido, categoría que podría ser observada en la estrategia del país con el archipiélago malvinense. Se notó, claro (estaban de impecable uniforme blanco), una delegación de marinos: el subjefe de la Armada, vicealmirante Daniel Martín; el secretario general naval, Luis González Day, y varios capitanes de navío. Animados por su pertenencia a la heredad irlandesa del prócer de la Armada, gozaron de un salvoconducto que los inmuniza ante represalias del poder por acudir al festejo. A pesar de que el color verde domina el cotillón en la celebración de San Patricio, no hubo representantes del Ejército ni tampoco de la Fuerza Aérea. Del cuerpo diplomático estaban el nuevo nuncio apostólico, monseñor Emil Paul Tscherrig (de nacionalidad suiza); el embajador francés Jean-Pierre Asvazadourian, y el encargado de negocios de la Embajada de los Estados Unidos, Jeff Brown, entre otros diplomáticos extranjeros. También pocos empresarios locales: se lo vio a Guillermo Stanley, exejecutivo del Citibank, y a Diego Wade, exdirector del Grupo Bemberg y actual presidente de la fundación del mismo nombre. Eso sí: innumerables jóvenes irlandeses directivos de empresas de negocios financieros. Malvinas y la ofensiva kirchnerista contra la petrolera Repsol-YPF dominaron las conversaciones.
El nuncio, arribado al país hace una semana, fue el más inquieto; recorrió pausadamente cada grupo de invitados, y en uno de los intercambios le espetaron sin piedad: «Monseñor, esperemos que tanta escalada no termine en una nueva convocatoria a la mediación papal». El delegado de Benedicto XVI, que entiende y habla un castellano casi perfecto aunque con el fraseo cortado, dedicó una sonrisa de perdón al comentario y en voz muy baja (casi una plegaria) dijo: «Dios así no lo quiera, estamos en un nuevo mundo de paz». A tal punto ha logrado malvinizar la vida diaria el Gobierno nacional que hubo comensales que bromearon con los bartenders; pedían que se sirviera el licor irlandés Baileys en el clásico «pingüino», una chanza que dejó al descubierto la edad de los bromistas, veteranos criollos-irlandeses. Esa delicia licorosa se completó con el infaltable whisky Jameson, vinos de la bodega Las Moras y champán Mumm. El buffet de saladitos, empanadas de copetín, chips de jamón y queso corrieron en interminables bandejeadas que, junto a una mesa de quesos, satisficieron a todos los paladares. Hubo un cuarteto musical de cuerdas y gaita, sonaron clásicos como «Whiskey in the jar» que alegraron la velada hasta las 23, y eso que el convite finalizaba, según decía la tarjeta de invitación, a las 21.30.
Al día siguiente, en el Club Americano, el embajador McIntyre reforzó el entusiasmo por el verde irlandés de San Patricio; esa entidad acoge a irlandeses, escoceses y también ingleses que quedaron sin edificio luego del cierre del Club Británico. Luis Rubira, el presidente del Club Americano, organizó la tenida con el clásico irish stew (guiso de cordero). Se contó una anécdota no conocida que merece ser parte de la historia de la preguerra de Malvinas. Un grupo de miembros notables de la comunidad argentino-británica, entre los que estaba el entonces presidente de la empresa Ostrilion, Eric Campbell, consiguieron, a través de la gestión de la embajada británica en Buenos Aires, una audiencia con Margaret Thatcher antes del inicio de las hostilidades. El relator ubicó el encuentro en una fecha cercana al combate que tuvo lugar en las Georgias. La comitiva viajó a Londres y la reunión se celebró en una residencia de la campiña, a resguardo de curiosos y espías. Los viajeros explicaron a Thatcher que su vocación era una salida decorosa para ambos países y que se evitaran los riesgos de una contienda armada. Luego de la breve exposición, la primera ministra les dijo: «What side of the fence are you on?» (traducido: ¿De qué lado están ustedes?). Se hizo un silencio y dio por terminada la reunión, agregó el informante.
En la residencia de la embajada británica también hubo festejo; el agregado de Defensa del Reino Unido, Michael Page, junto al mayor Michael Lynch, convocó a todos los agregados militares extranjeros. Aquí sí el verde de San Patricio estuvo por demás representado en los uniformes oliva de muchos de los convidados. La embajadora saliente, Shan Morgan, pasó unos minutos y saludó a todos en nombre de la reina. El menú, un asado criollo sólo de cortes de carne vacuna, vacío, entraña, ojo de bife. No hubo achuras, exquisitez local que algunos paladares extranjeros no toleran; en cambio, gustaron los chorizos bombón de puro cerdo y una mesa enorme de ensaladas. El coronel israelí Moshé Or tuvo que dejar la mesa temprano; lo aguardaba una agenda complicada: acompañar al ministro sin cartera de su país, Yossi Peled, y el homenaje a las víctimas del atentado a la Embajada de Israel. En ese ambiente tan especializado hubo uno que otro comentario que sobrevoló la especulación de capacidades militares ante un eventual conflicto. Ninguno se lo tomó en serio, cuitas de uniformados.
Cerramos con quincho pío: la despedida vecinal, casi familiar, que le hicieron en San Isidro al obispo Jorge Casaretto, que deja la función y, más importante, la conducción del ministerio más político del episcopado, la Pastoral Social. Sin convocatoria formal, la gente casi llenó la plaza Mitre, en el atrio de la Catedral, y contó con la primera aparición pública del nuncio, que habló y recordó su primer encuentro con Casaretto, en ocasión de la visita papal, cuando el de San Isidro era presidente de la pastoral juvenil. Hubo obispos de todo el país, gente de toda la diócesis, mucha gente de La Cava, empresarios y su sucesor, que reveló una faceta poética de su antecesor. En un ambiente distendido se animó a leer una estrofa en la que el expresidente de Caritas se ve como un centre half del equipo de los santos. Fue un quincho popular en el que se comió risotto en las calles adyacentes a la Catedral de San Isidro, en presencia de los cuatro intendentes de zona: Jorge Macri, Gustavo Posse, Sergio Massa y el de San Fernando, Luis Andreotti, además de los ex Enrique «Japonés» García y Jorge Amieiro. A estos políticos Casaretto les pidió un gesto de concordia y unión política para proyectar al resto del país. Pobre Casaretto: leyó -cosa que nunca hace- y muchas veces la voz se le entrecortó por la emoción.
Vamos a terminar con un chiste británico. Un soldado estadounidense, estacionado en una base en Inglaterra, se sube a un tren en Londres rumbo al sur; recorre los vagones y sólo encuentra un asiento libre en un compartimiento, junto a una señora mayor acompañada por su pequeño perrito. El americano se dirige a la dama y le dice:
- Perdón, señora: ¿podría sentarme al lado suyo?
- Ay, ustedes los yanquis son tan maleducados... ¿No vé que está mi perrita sentada junto a mi?
El pasajero vuelve a recorrer el tren, y no hay otro asiento. Como son al menos cuatro horas de viaje, regresa e insiste:
- Señora: me encantan los perros así que no tendría problemas en llevar el suyo en mi falda hasta que lleguemos a destino.
- ¡Pero estos yanquis: no sólo maleducados sino arrogantes!
Por un rato el soldado se recuesta contra el vagón, pero al rato no puede más, vuelve a hablarle a la dama y le dice:
- Mire, señora: vengo de una misión muy importante y hace tres días que no duermo; estoy exhausto. Por favor, déjeme sentarme acá y tenerle el perro.
- ¡Americanos no sólo groseros y arrogantes: también molestos!
Finalmente, el soldado con toda la calma toma el animal, lo arroja por la ventana y se sienta. La mujer queda pasmada. Y otro pasajero del compartimiento dice:
- Ustedes los yanquis se la pasan haciendo equivocadas: manejan por el lado equivocado de la calle, juegan al fútbol equivocado, toman el tenedor con la mano equivocada... ¡y acabás de arrojar por la ventana a la perra equivocada!