El Tugurio” –así se llama la casa de Osvaldo Bayer sobre la calle Arcos, casi esquina Monroe– es un hogar de puertas abiertas, como corresponde a los ideales de un entrañable anarquista que recibe a escritores, periodistas, estudiantes, amigos y artistas. Hay que atravesar un exiguo pasillo para llegar a un patio cubierto, donde se despliega un festín óptico de potus que cubren de punta a punta una de las paredes. Su mesa de trabajo y lectura es un gran caos de pilas de diarios que no se derrumban por milagros libertarios, hileras de libros entre los que se destacan los cuentos completos de Haroldo Conti y papeles manuscritos. A los 90 años, el escritor, historiador y periodista continúa viajando y dando conferencias por todo el país. Nunca rechaza una invitación. “La salud me responde –dice mientras toma su primer vaso de Campari con hielo–. Hay que vivir profundamente la vida, el amor, los hijos, el estudio, las lecturas… hay que actuar siempre, no encerrarse, mostrar la cara en la sociedad”. Osvaldo sonríe y enumera con orgullo que tiene 4 hijos, 10 nietos, 6 bisnietos y 11 libros publicados; cuatro se acaban de reeditar por la editorial Planeta en la colección Biblioteca Bayer: Rebeldía y esperanza, En camino al paraíso, Ventana a Plaza de Mayo y Fútbol argentino. Hace casi un año, en septiembre del 2015, murió Marlies Joos, su inseparable compañera durante 67 años. El espíritu combativo de Bayer se prepara para viejas-nuevas batallas. Si antes denunció la explotación y muerte de peones rurales en la Patagonia y acompañó a las Madres de Plaza de Mayo, ahora sabe que hay que poner el cuerpo en las calles para protestar contra el avasallamiento neoliberal de los derechos humanos y sociales. “El gobierno de (Mauricio) Macri es como volver a la Edad Media”, afirma el escritor .
De repente, la mirada de Osvaldo se eclipsa, como si volviera el dolor por una vieja herida que nunca cicatrizó. “La dictadura fue el momento más duro de mi vida, tuve que abandonar el país después de tantos años de trabajo, tuve que abandonar todas mis posiciones, mis lugares de enseñanza, y empezar de nuevo en Alemania. Fue muy duro. Me llevé a toda mi familia porque tenía miedo de que secuestraran a alguno de mis cuatro hijos. La dictadura fue el período más triste de mi vida”, repite el escritor. “La Patagonia rebelde es mi obra fundamental, tardé casi diez años en escribir esos cuatro tomos y quedó para siempre en la historia de Santa Cruz. Por primera vez se escribió sobre esos hechos y se ha tomado como libro de lectura en las escuelas. Me gustó mucho escribir Severino Di Giovanni, el idealista de la violencia, la historia de un bandido absolutamente simpático que repartía el dinero entre los pobres. Nunca se pudo filmar porque no lo permitió ningún gobierno”, aclara el escritor.
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